En ese momento, la
señorita Ángela se dio cuenta del problema, y se sintió culpable y apenada,
sentimiento que creció cuando al llegar las fechas navideñas, todos los alumnos
le llevaron los regalos envueltos en papeles brillantes y preciosos lazos, menos
Juan, quién envolvió torpemente el suyo en papel de periódico. Algunos niños
comenzaron a reír cuando ella encontró dentro de esos papeles arrugados, un
brazalete de piedras al que le faltaban algunas cuentas, y un frasco de perfume
a medio terminar. La señorita intentó minimizar las burlas que estaba sufriendo
Juan, alabando la belleza del brazalete, y echándose un poco de perfume en el
cuello y las muñecas.
Juan García se quedó
ese día después de clase solo para decir: señorita Ángela, hoy oliste como
cuando yo era feliz. Después de que todos los niños se fueran, Ángela estuvo
llorando durante una larga hora. Desde ese mismo día, renunció a enseñar solo
lectura, escritura y aritmética, y comenzó a introducir la enseñanza de
valores, sentimientos y principios a los niños. A medida que pasaba el tiempo,
Ángela empezó a tomar un especial cariño a Juan, y cuanto más trabajaba con él
desde el afecto y la comprensión, más despertaba a la vida la mente de aquél
chavalín desaliñado. Cuanto más lo motivaba, más rápido aprendía, cuanto más lo
quería, más comprendía. Y así, de este modo, al final del año, Juan se había
convertido en uno de los niños más espabilados de la clase.
Un año después, la
señorita Ángela encontró una nota de Juan debajo de la puerta de su clase
contándole, que ella era la mejor maestra que había tenido en su vida.
Pasaron 7 años antes
de que recibiera otra nota de Juan. Esta vez le contaba que había terminado
primaria y que había obtenido una de las calificaciones más altas de su clase,
y que todavía ella era la mejor maestra que había tenido.
Pasaron 7 años, y
recibió otra carta. Esta vez explicándole que no importando lo difícil que se
habían puesto las cosas en ocasiones, y los esfuerzos que habían tenido que
realizar para sacar adelante los estudios, había permanecido en la escuela y
pronto se matricularía en la Universidad, asegurándole a la señorita Ángela,
que ella seguía siendo la mejor maestra que había tenido en su vida.
7 años más tarde
recibió una carta más. En esta ocasión le explicaba que después de haber
recibido su título universitario, decidió ir un poco más lejos, seguir
estudiando y aprendiendo cosas nuevas. En la firma de su carta, llamaba la
atención la longitud de su nombre: Dr. Juan García Corrales. En la posdata,
aparecían las siguientes palabras: sigues siendo la mejor maestra que he tenido
en mi vida...
Gracias señorita
Ángela por creer en mí. Muchas gracias por hacerme sentir importante y por
enseñarme que yo podía marcar la diferencia. La señorita Ángela con lágrimas en
los ojos, le contestó: Juan, estás equivocado. Tú fuiste quien me enseñó que yo
podría marcar esa diferencia. No sabía cómo enseñar hasta que te conocí.
1. ¿Qué paso al principio entre la Señorita Ángela
y su alumno Juan García? ¿Por qué actuaba así?
2. ¿Por qué
la mala relación de los padres influye en las actitudes, decisiones de sus
hijos? ¿Qué deberían hacer?
3.
¿Por qué Juan García Corrales, le dio ese
presente a su maestra? ¿Qué sucedió después de esa fecha entre ellos?
4.
¿Qué valores puedes rescatar de la lectura? Ejemplifícalos
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