Cuentan que un buen hombre vivía en el campo pero tenía problemas
físicos que le impedían hacer una serie de labores propias de la gente que
habita en esas zonas. Un día Jesús se le apareció y le dijo:
- Necesito que vayas hacia aquella gran roca de la montaña, y te pido que la empujes día y noche durante un año.
- Necesito que vayas hacia aquella gran roca de la montaña, y te pido que la empujes día y noche durante un año.
El hombre quedó perplejo cuando
escuchó esas palabras… un hombre que no tenía todas sus facultades hacer lo que
se le pide. Pese a ello obedeció y se dirigió hacia la enorme roca de varias
toneladas que Jesús le mostró. Empezó a empujarla con todas sus fuerzas, día a día, pero no conseguía
moverla ni un milímetro. A las pocas semanas llegó el diablo y le puso pensamientos en su mente:
- ¿Por qué sigues obedeciendo a
Jesús? Yo no seguiría a alguien que me haga trabajar tanto y sin sentido.
Debes alejarte, ya que es tonto que sigas empujando esa roca, nunca la vas a mover. El hombre trataba de pedirle a Jesús que le ayudara para no dudar de su voluntad, y aunque no entendía, se mantuvo en pie con su decisión de empujar aquella pesada roca. Con los meses, desde que ponía el sol hasta que se ocultaba, aquel hombre empujaba la enorme roca sin poder moverla, mientras tanto su cuerpo se fortalecía, sus brazos y piernas se hicieron fuertes por el esfuerzo de todos los días. Cuando se cumplió el tiempo, el hombre elevó una oración a Jesús y le dijo:
- Ya he hecho lo que me pediste, pero he fracasado no pude mover la piedra ni un centímetro.
Debes alejarte, ya que es tonto que sigas empujando esa roca, nunca la vas a mover. El hombre trataba de pedirle a Jesús que le ayudara para no dudar de su voluntad, y aunque no entendía, se mantuvo en pie con su decisión de empujar aquella pesada roca. Con los meses, desde que ponía el sol hasta que se ocultaba, aquel hombre empujaba la enorme roca sin poder moverla, mientras tanto su cuerpo se fortalecía, sus brazos y piernas se hicieron fuertes por el esfuerzo de todos los días. Cuando se cumplió el tiempo, el hombre elevó una oración a Jesús y le dijo:
- Ya he hecho lo que me pediste, pero he fracasado no pude mover la piedra ni un centímetro.
Y se sentó a llorar amargamente pensando en su muy evidente fracaso. Jesús apareció en ese momento y le dijo:
- ¿Por qué lloras? - le dijo Jesús
- Señor, pese a lo que me ordenaste, no pude mover la roca y sigue ahí como muestra de mi fracaso.
- Acaso no te pedí que empujaras la roca? Yo nunca te pedí que la movieras.
- Señor, pensé que había fracasado.
- ¿Por qué lloras? - le dijo Jesús
- Señor, pese a lo que me ordenaste, no pude mover la roca y sigue ahí como muestra de mi fracaso.
- Acaso no te pedí que empujaras la roca? Yo nunca te pedí que la movieras.
- Señor, pensé que había fracasado.
Entonces Jesús le dijo:
- En cambio mírate, tu problema físico ha desaparecido. No has fracasado, yo he conseguido mi meta, y tú fuiste parte de mi plan.
- En cambio mírate, tu problema físico ha desaparecido. No has fracasado, yo he conseguido mi meta, y tú fuiste parte de mi plan.
Muchas veces al igual que este hombre, vemos como distintas situaciones,
problemas, adversidades de la vida y empezamos a buscarle lógica, nuestra
lógica.
Cuando queremos hacer la voluntad de Dios y viene el enemigo y nos dice que somos
inútiles o que no podemos seguir, debemos llenarnos de fe y volver a
intentarlo.
El día de hoy es un llamado a “empujar” sin importar que tantos
pensamientos de duda ponga el enemigo en nuestras mentes.
Pongamos todo en las manos de Jesús, y Él por medio de su voluntad nunca
nos hará perder el tiempo, más bien ¡nos hará ser más fuertes!
2. ¿Por qué el hombre pensó que no había hecho lo que Jesús le había dicho?
3. ¿Qué nos impide alcanzar nuestros objetivos, nuestras metas?
4. ¿Según la lectura que necesitamos para alcanzar nuestros objetivos? ¿Qué necesitas tú para alcanzar los tuyos?
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