Érase una vez un hombre como todos los demás. Tenía cualidades positivas y negativas. No era diferente de todos los demás hombres de su entorno. Una noche llamaron insistentemente a su puerta; cuando abrió se encontró con sus enemigos. Eran varios y venían juntos. Sus enemigos le ataron las manos. Después le dijeron que así era mejor; que así, con sus manos atadas, no podría hacer nada malo. Se olvidaron de decirle que tampoco podría hacer nada bueno. Y se fueron, dejando un guardián a puerta para que nadie pudiera desatarlo.
Al principio se desesperó y trató de romper las ataduras. Cuando se convenció de lo inútil de su esfuerzo, intentó acomodarse a su nueva situación. Poco a poco consiguió valerse por sí mismo para seguir subsistiendo con las manos atadas. Y empezó a olvidarse de que antes tenía las manos libres. Mientras tanto, su guardián le comunicaba, día tras día, las cosas malas que hacían en el exterior los hombres con las manos libres. Pero al guardián se le olvidaba decirle las cosas buenas que hacían esos hombres con las manos libres.
Pasaron muchos años. El hombre llego acostumbrarse a sus manos atadas. Y cuando su guardián le señalaba que, gracias a aquella noche en que entraron a atarle, él ya no podía hacer nada malo – no le indicaba que tampoco podía hacer nada bueno -, el hombre empezó a creer que era mejor vivir con las manos atadas. Además, estaba ya acostumbrado a las ligaduras.
Pasaron muchos, muchísimos años. Un día, sus amigos sorprendieron al guardián, entraron en la casa y rompieron las ligaduras que ataban las manos del hombre.
- Ya eres libre – le dijeron.
Pero habían llegado demasiado tarde. Las manos del hombre estaban totalmente atrofiadas.
1. ¿Crees que esta realidad del personaje se ve reflejada en nuestra realidad? Explica.
2. Explica el significado de “tener las manos atadas
3. Al observar nuestro entorno ¿Qué nos quita la libertad? ¿Qué nos hace esclavos?
Pasaron muchos años. El hombre llego acostumbrarse a sus manos atadas. Y cuando su guardián le señalaba que, gracias a aquella noche en que entraron a atarle, él ya no podía hacer nada malo – no le indicaba que tampoco podía hacer nada bueno -, el hombre empezó a creer que era mejor vivir con las manos atadas. Además, estaba ya acostumbrado a las ligaduras.
Pasaron muchos, muchísimos años. Un día, sus amigos sorprendieron al guardián, entraron en la casa y rompieron las ligaduras que ataban las manos del hombre.
- Ya eres libre – le dijeron.
Pero habían llegado demasiado tarde. Las manos del hombre estaban totalmente atrofiadas.
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