domingo, 13 de julio de 2014

Cuando una persona está pasando por dificultades y muestra su debilidad con el llanto, a menudo, se le suele decir: “Sé fuerte. Ya no llores”. Este consejo no es tan acertado. Si acompañamos a una persona en esta situación es mejor permitirle que exprese su debilidad dándole un abrazo y diciéndole algo similar: “Si tienes ganas de llorar, llora. Aquí me tienes a mí. Te acompaño en tu dolor”.
Otros ejemplos donde se ve con mayor evidencia la actitud devastadora del impulsor son los siguientes:
Una mujer decía: “Yo he sido una mujer muy feliz y he vivido una vida muy tranquila. Siempre me he considerado una mujer fuerte, pues he tratado de sobrellevar con valentía y coraje los problemas de la vida. He pasado por un sin número de problemas: mi esposo me fue infiel en muchas oportunidades y yo lo he perdonado, pues no quería perderlo y, además, no quería que mis hijos se criaran sin padre. Sin embargo, últimamente me estoy sintiendo muy mal, pues me siento muy débil. Me he puesto sumamente irritable y sensible, pues todo me afecta y eso me molesta mucho. Quisiera ser la misma de antes. He ido al médico y me ha dicho que soy hipertensa. Este diagnóstico me ha afectado más de lo que usted se imagina. Yo no quiero ser hipertensa, yo no quiero ser débil. Yo quiero ser fuerte como antes.”
Otro joven se expresaba así: “A menudo las personas aparentamos ser fuertes: a pesar de que necesitamos ayuda, ayudamos; decimos que estamos bien cuando estamos mal, cuando tenemos ganas de llorar no lloramos y en vez de eso reímos; nos creemos los sabiondos dando consejos. Es imposible que toda la vida aguantemos el peso de un cerro. En cualquier momento la vida nos pasa la factura. Es en ese momento cuando surge el fastidio, la desesperación, la depresión. Pero cuando uno está en esta situación, el interior se revela a dejarse ayudar. En esta actitud hay una suerte de arrogancia. Como me he criado con ese complejo de ser fuerte cuando alguien me quiere ayudar, en mi corazón surge una voz interior que me dice: “¿Quién es ese tipo que te quiere ayudar? ¿Qué se ha creído?” Si alguien quiere darme un consejo, lo descalifico, diciendo interiormente: “No eres nadie para que me digas qué tengo que hacer”.  De este modo sigo metido en el absurdo de creerme fuerte y valiente.”
En estos dos ejemplos hay algo en común: ambos tienen el complejo de “ser fuertes” y no quieren aceptar su debilidad. Lo que pasa es que ellos se han identificado mucho con esa imagen del “hombre o la mujer fuerte”. Si quieren ser libres de verdad tienen que descubrir que esa imagen es una máscara absurda o un cliché estúpido. Ellos no son eso. Ellos no son ni fuertes, ni débiles. Simplemente son personas con fortalezas y debilidades. A veces se sentirán fuertes y otras, débiles. La fortaleza y debilidad no es una forma de ser, sino estados del alma. Sólo quien asume su condición humana con estas características (fortaleza y debilidad) será verdaderamente libre
1.       ¿Qué titulo le das a la lectura y por qué?
2.       ¿Qué significa para ti ser fuerte?, explícalo en un ejemplo
3.       ¿Qué quiere decir el autor cuando dice complejo de “ser fuertes” y no quieren aceptar su debilidad
4.       ¿Cuál es tu opinión sobre los dos casos que se presentan en la lectura, por qué?

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