LA
FUENTE DE LA VERDADERA ALEGRÍA
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En una oportunidad me
encontraba con un amigo sacerdote, en el aeropuerto de Guatemala, cuando éste
se encontraba en proceso de remodelación. Mientras esperábamos la llegada de
una amiga, que viajaba de Puerto Rico, mi colega me contó lo que había
predicado ese día en la homilía. Me dijo que el mensaje de su prédica había
girado más o menos en el siguiente tono: “Ustedes los guatemaltecos se sienten felices, contentos, orgullosos porque
dicen que van a tener el aeropuerto más moderno de Centro América. Está bien,
¡disfrútenlo!, pero cuídense de que éste no sea la causa más profunda de su
alegría, porque algún día El Salvador u otro país centroamericano remodela su
aeropuerto y entonces será más moderno que el de ustedes. Entonces ¿Qué?¿Se
van a sentir frustrados y deprimidos. No, de ninguna manera. Espero que la
causa más profunda de ustedes debe venir de su interior, de la alegría de ser
personas e hijos de Dios”.
La reflexión de este amigo sacerdote me hizo pensar en las múltiples causas
de la alegría de la gente: el dinero, el poder, el prestigio, el éxito, etc.
Todas estas realidades en sí no son malas, pero hay que cuidarnos de no
darles el corazón, porque el Señor nos advirtió “donde está tu tesoro ahí
estará tu corazón”. Tenemos que comprender que esas realidades no pueden ser
el sentido de nuestra vida. Lamentablemente hay gente que le entrega su
corazón a los bienes materiales y cuando los pierden se deprimen y se
suicidan. Recuerdo el caso de una familia rica que perdió toda su fortuna y
el hijo, lamentablemente, se suicidó. Esta tragedia sucedió porque sus
progenitores le habían enseñado a poner su confianza y su valor como persona
en el dinero, y cuando éste se acabó, también se fue con él el sentido
de su vida.Todas las cosas son relativas, pues en algún momento se terminan, incluso los
monumentos más majestuosos, que pueden ser el motivo de nuestro orgullo. Por
esta razón, las cosas no pueden dar sentido a nuestra vida. Jesús advirtió a
sus compatriotas, cuando estaban orgullosos contemplando su templo: “Ustedes
los judíos están orgullosos del templo, pero les digo que llegará el día en
que no quedará de éste, piedra sobre piedra”.
De hecho así sucedió cuando el emperador Tito destruyó la ciudad de
Jerusalén en el año 70.
Es bueno comprender que la verdadera alegría es la que viene de lo más
profundo del corazón, es decir de Dios. La Virgen María nos enseña esta gran
lección. Ella cuando se fue a visitar a su prima Santa Isabel proclamó ese
cántico hermoso llamado Magníticat, donde nos revela la razón de su alegría:
Dios. Ella misma lo dice: “Se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador”. En
este texto vemos claramente que la fuente de la alegría de María, es Dios.
Jesús también fue un hombre que disfrutó de la
alegría, pero su alegría también venía del Espíritu Santo. El evangelista
Lucas nos dice que Jesús, después que llegaron los discípulos de la misión
encomendada, les da unas advertencia: “No se alegren de que los espíritus se
someten, alégrense porque sus nombres están escritos en los cielos”). Después
de este consejo nos da la noticia de que: “Se llenó de alegría en el Espíritu
Santo”). El salmista también nos dice: “En tu nombre se alegrarán todo el día”
De lo expuesto se desprende que Dios es la única
fuente de la verdadera alegría. Ojalá que todos tengamos la sabiduría de
acoger a Dios en nuestra vida y permitir que llene nuestra vida con su dicha.
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domingo, 13 de julio de 2014
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