Érase una vez una gran ciudad en donde
la gente tenía pies y cabeza; allí vivía Mercedes con sus padres y su abuela
que la quería mucho porque ella la había criado: le había dado alimento,
entretenido, y principalmente, le había enseñado a trabajar en casa.
Merceditas, como la llamaban
familiarmente, era bonita, cordial y buena colegiala. Tenía sus amigas con las
que jugaba algunas veces. Digo algunas veces porque Merceditas, como todas las
niñas y niños, tenía una amiga íntima, aquella a quien le contaba todo, era...
su abuela. Sí, ¡cuánto había jugado de pequeña!
A Merceditas le gustaba contar a su
abuela todo lo que pasaba en el colegio y en la calle, puesto que ella ya no
podía salir como antes; de esta manera se hacían compañía mutuamente, mientras
la abuela zurcía los calcetines y doblaba la ropa.
Pero, un día la abuela descubrió que no
veía lo suficiente para enhebrar las agujas de coser. Merceditas se dio cuenta
en seguida y para dar ánimo a la abuelita le enhebraba las agujas con mucho
ahínco y le hacía más compañía que nunca.
Este suceso unió aún más a las dos. De
tal manera que Merceditas casi no salía con las amigas.
Los padres de la niña decidieron que aquella situación no podía continuar y después de recorrer muchas tiendas y mercados encontraron una máquina, un invento pequeño que enhebraba las agujas. La compraron y, muy satisfechos se la regalaron a la abuela.
Los padres de la niña decidieron que aquella situación no podía continuar y después de recorrer muchas tiendas y mercados encontraron una máquina, un invento pequeño que enhebraba las agujas. La compraron y, muy satisfechos se la regalaron a la abuela.
De esta manera la niña estaría más libre
para salir con las amigas, y la abuela podría pasar las horas zurciendo y
zurciendo... ¡comentaban los padres!
Pasadas algunas semanas la máquina se
perdió y mientras la buscaban, Merceditas volvió a ayudar a su abuela, ésta
cambió la cara y se puso muy alegre porque volvían a hablar y a estar juntas.
Como no se encontró la máquina, un buen
día la madre compró otra máquina de enhebrar y Merceditas tuvo que volver a
salir con sus amigas. Al poco tiempo se volvió a perder la máquina y por
tercera vez, la madre de Merceditas compró otra.
Una tarde mientras hablaban, Merceditas
vio que su abuela estaba muy callada y tenía los ojos llorosos.
-"¿Qué le pasa, abuelita?"
"Merceditas -dijo la abuela
cogiéndole las manos- ¿Podrías perdonarme? He sido muy egoísta... verás... esta
vez la máquina de enhebrar no se ha perdido, yo la eché a la basura. Lo hice
para no perder tu compañía. ¡Te quiero tanto!"
-"¡Abuela! -dijo Merceditas
abrazándola- ¡Yo también te quiero mucho! Quiero que sepas que la segunda
máquina tampoco se perdió, yo la eché a la papelera del colegio."
La abuela muy sorprendida, acariciaba
a su nieta, mientras Merceditas, pensaba contárselo todo a sus padres y hacer
lo imposible para que comprendieran que ella era más feliz junto a la abuela
que saliendo con sus amigas. Amigas, siempre tendría, pero de abuela quizás le
quedaba poco tiempo y quería aprovecharlo al máximo.
- De la lectura que valor extraes y
porque
- ¿Por qué los papas de Merceditas
quisieron alejarla de su abuela? ¿ella estaba feliz así? ¿Por qué?
- ¿crees que los abuelos solo están
para remendar ropa y solo cuidarnos? ¿Por qué?
- ¿Por qué Merceditas y la abuela
rompieron las maquinas, que significa esa acción?
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